La naturaleza privilegiada de El Aduar fue aprovechada para diseñar un proyecto que integra suavemente el entorno de campo y la serenidad del río.
Las 760 hectáreas de El Aduar cuentan con más de 3 kilómetros de costa sobre el río Paraná, justo en su confluencia con los ríos Areco y Baradero. Este emplazamiento único permite la maravilla de bajar la barranca, y salir directamente a disfrutar el río.
El diseño de El Aduar otorga una especial importancia a la privacidad familiar y al contacto con la naturaleza del campo, con grandes espacios verdes y de reservas naturales. Chacras de distintos tamaños, ubicaciones y características, permiten elegir de acuerdo a sus vistas o actividades preferidas.
El proyecto fue concebido en etapas, con 189 chacras desarrolladas hasta 2015. En 2016 se incorpora una nueva etapa de 33 chacras de campo.
Las más de 100 casas construidas, de cuidada arquitectura, definen el estilo propio y la identidad de El Aduar.
Vigilancia las 24 horas, con control
de accesos y vigiladores.
Cerco perimetral.
Calles de tosca, con cubierta
estabilizada de tosca y piedra partida.
Red eléctrica de media tensión,
aérea o subterránea según la zona.
El Aduar es un campo de esos que nos hacen dar cuenta de las cosas lindas que tiene nuestro país. La historia e identidad comienzan en 1897, cuando Hernán Ayerza eligió este increíble lugar para la cría de caballos de raza árabe y lo llamó “El Aduar”, que en árabe significa “las tolderías”.
En el libro “Caballos Árabes del Haras El Aduar”, publicado por Editorial Peuser en 1946, su autor, Guillermo Bond, describe a Hernán Ayerza como “un enamorado del caballo árabe” y destaca que el “entusiasmo por esa raza lo llevó a fundar con sacrificios pero con firme determinación el haras El Aduar, comparable con los mejores existentes en el mundo”.
Hernán Ayerza “en el año 1892 hace un viaje a Oriente, con la expresa intención de elegir personalmente lo mejor que pudiera encontrar para su haras y da así principio a su gran obra, trayendo animales desde su país de origen, elegidos cuidadosamente en varias localidades y sacados a pesar de las dificultades e inconvenientes que se oponían a sus deseos”, detalla Bond.
Para esta gran empresa, Ayerza empleó “inteligencia, tiempo y dinero, pero lo hacía convencido de la importancia de su obra, que al mismo tiempo que halagaba su natural inclinación, implicaba un empeño valioso en bien de su patria”, enfatiza el autor.